Una pequeña cátedra para aquellos que se levantan izando la bandera del populismo, basándose en el gasolinazo, lean:
El gasolinazo: un mito genial
Por: Francisco Báez Rodríguez.
Ahora, cuando políticos, productores y comerciantes se rasgan las vestiduras y hasta el cardenal se pone a rezar para detener la “salvaje” alza de los precios, vale la pena afirmar que el gasolinazo es un mito genial.
Antes de que se rocíe, con tan caro producto, leña verde a mi alrededor, debo decir también que por supuesto el impuesto a la gasolina tiene un componente inflacionario, ya que el combustible es utilizado en la manufactura de muchos productos y en la distribución de casi todos los bienes. Eso lo debió de haber sabido todo mundo a la hora de aprobarlo.
El decreto que firmará el Presidente a fines de año representa un incremento mensual de 2 centavos para el litro de gasolina Magna, 2.44 para la Premium y 1.66 para el diesel. Lo que no todos recordamos es que, desde hace varios años, las gasolinas aumentan mensualmente de precio en proporción a la inflación. Es decir, aproximadamente 3 centavos mensuales.
Esto significa, para decirlo en términos tangibles, que un vehículo de transporte público que recorre 300 kilómetros al día, verá incrementada su cuenta de gasolina diaria en 4 pesos a causa del gasolinazo; a los que se suman otros 6 por el incremento mensual. Por su parte, el aumento en el costo de combustible para un tráiler de 35 toneladas que recorre 500 kilómetros, es de 92 centavos (a tres kilómetros por litro de diesel): es decir, un poco menos de 3 centavos por tonelada de mercancía. Los aumentos por indexaciones mensuales representan más o menos el doble.
El problema, como se ve, no es de costos. Un hipotético aumento de un peso a la tarifa del transporte público cubriría el incremento de costos al cuarto pasajero, si pensáramos exclusivamente en el gasolinazo: cuando se sube el quinto empieza el ingreso neto.
No son los costos, pero sí hay un problema. El anuncio del nuevo impuesto recae sobre el precio de un bien que muchos actores económicos consideran medular, ya que es insumo de todo. La gasolina forma, junto con la tortilla y el dólar, la trinidad de los precios cuyo movimiento dispara los demás. Por eso, aún antes de que se haga efectivo el aumento anunciado, los agentes de la economía mueven sus precios, o cuando menos amenazan con hacerlo. Subrayé la palabra “anuncio” porque, evidentemente, los actuales incrementos a los combustibles, a pesar de ser similares, no han tenido el mismo efecto disruptivo.
Un aumento a un precio medular implica un cambio importante en los precios relativos (lo que cuesta un bien o servicio en comparación con otro). Supone, por lo tanto, un cambio en la distribución del ingreso. En el caso que nos ocupa, es una distribución a favor del Estado y sus beneficiarios y en contra de los automovilistas, los transportistas y productores intensivos en uso de este energético.
El debate sonoro que acompañó la discusión sobre el impuesto puso a todos sobre aviso: viene un cambio en la distribución, y muchos agentes económicos se aprestan a “no perder” en este cambio (es decir a “ganarle al Estado”). Es la oportunidad de oro, la justificación esperada para que cada quien busque mejorar su posición distributiva. Para que inicie una reestructuración de los precios relativos (una “guerra de precios” dirán los catastrofistas).
Resumiendo: el efecto real del gasolinazo es nimio, porque así lo es su impacto en costos. El 0.15 por ciento de inflación anual que calculó el Banco de México parece una cifra razonable. La incógnita es el tamaño del efecto demostración, que no depende de costos, sino de expectativas. Y que no depende de factores meramente técnicos, sino de la disposición de los agentes económicos a aceptar una nueva distribución del ingreso, por mínimo que sea el cambio.
Esto nos remite, necesariamente, tanto al origen del impuesto como a la política. Por el lado del origen, recordemos que el cargo a la gasolina se hace para paliar las exenciones al IETU que obtuvieron los empresarios y para dotar a los estados de más recursos. Nace de la reticencia a una reforma fiscal progresiva. Nace, precisamente, de una negativa a distribuir el ingreso de manera menos desigual.
Por eso es preciso que las autoridades competentes hagan su tarea política. No hay motivos en el orden estrictamente económico que justifiquen alzas en prácticamente ningún producto básico. Pero el cambio en las expectativas puede llevar a varios productores (ya vimos la reacción interesada del Consejo Nacional Agropecuario) a intentar reajustes, que cambien a su favor los precios relativos (y, por tanto, la distribución). Es con política como se puede hacer frente a la falta de solidaridad social con la que el presidente Calderón fustigó a muchos “líderes”. Hay que hacer pactos como el de la tortilla, pero antes de que aumenten los precios.
También se requiere frenar a quienes pretenden medrar políticamente con las expectativas. El caso más claro es el del jefe de gobierno capitalino. Marcelo Ebrard sabe que es necesario ajustar los precios de muchas tarifas en el Distrito Federal, que terminaron muy rezagados por la política de subsidios de su antecesor. Pero hacer los ajustes de sopetón y culpar al gasolinazo es una patraña. Es agarrarse del mito de los 2 centavos para no criticar al principal responsable del deterioro de las finanzas de la ciudad, que es Andrés Manuel López Obrador. Una política gradualista sería menos dolorosa para el bolsillo citadino, aunque no tenga el efecto político de “atacar a la derecha”.
Las culturas se fundan en mitos. Uno de los mitos fundacionales, casi religioso, de la cultura económica mexicana es que tocar a la trinidad de los precios trae desventura. No es una mentira, pero porque reaccionamos a partir de ese preconcepto.
Lo bueno es que hay maneras de evitarlo. No sólo técnicas, sino principalmente políticas.
Y lo absurdo, que el impuesto y el ardoroso debate se dieron por 30 mil millones de pesos: 2 mil 800 millones de dólares, que bien pudieron haber salido de las reservas del Banco de México, con el mismo efecto inflacionario del 0.15% y sin tanto alboroto en los precios relativos. Cosas de la ortodoxia.
(Aquí el enlace) http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=324604
Juar juar juar, esto le va a arder a más de un político populista, que todo lo quieren sacar o medrar basándose en la idiosincrasia, ignorancia e ingenuidad mexicana, por eso les digo ¡¡LEAN, INSTRÚYANSE, DOCUMÉNTENSE!!, Demuestren que en nuestra H. Secundaria General “Benemérito de las Américas” si les enseñaron algo de matemáticas, aunque sea a sumar, pues puede salir un AHUIZOTL, por cualquier recóndito lugar y balconearlos. Juar juar juar juar y rejuar
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