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Revelan de Xilitla historia de amor
Detrás de la construcción de Las Pozas, la única instalación artística surrealista, hay una historia de amor.
Escrito por Érika P. Bucio/Agencia Reforma
MÉXICO, DF -May .- Detrás de la construcción de Las Pozas, la única instalación artística surrealista, hay una historia de amor.
En 1945, el visitante inglés Edward James entró a la oficina de Telégrafos de México en Cuernavaca donde trabajaba Plutarco Gastélum, un orgulloso norteño, guapo, alto y de cuerpo atlético, que aprovechaba las entregas como entrenamiento para su incipiente carrera como boxeador.
James se enamora perdidamente de aquel joven, hijo de una familia de rancheros de Álamo, dotado de una gran sensibilidad, que se convierte en su guía por México, acompañante en sus viajes por Europa y Estados Unidos, y, más tarde, en su socio en Xilitla.
A lado de Edward, Plutarco se encuentra con un mundo glamoroso que incluye desde la nobleza hasta la vanguardia artística del siglo 20.
James se codea tanto con Salvador Dalí, Federico García Lorca y René Magritte como con las celebridades de Hollywood y México.
Dalí llega a tenerle tal simpatía al joven mexicano que ofrece tomarlo como discípulo y que viva en su estudio en España, le cuenta James a Leonora Carrington, su gran amiga en México, a través de una carta fechada en 1947: "Plutarco ya dibuja notablemente bien".
"Si bien Edward James amaba a Plutarco, él amaba el mundo de James", acota Irene Herner.
La historiadora del arte recupera esa historia de amor jamás contada en el libro Edward James y Plutarco Gastélum en Xilitla. El regreso de Robinson que hoy será presentado en el Centro Nacional de las Artes a las 19:00 horas.
Plutarco se presenta como el amante esquivo, desdeñoso, y la perspectiva de asumir un "maridaje" con otro hombre le parece "un infierno".
En el archivo de West Dean, sede de la Fundación Edward James en Inglaterra, hay cartas de Gastélum, quien firma como "Palú", donde asoman los sentimientos ambivalentes hacia el inglés.
"Hasta luego, adiosito, con permiso y saludos a su amigo el director de la revista... Love", escribe Plutarco.
Su intimidad permanece como un misterio pero lo relevante, ataja Herner, es que con su amor lograron construir una obra de arte maravillosa, única en el mundo.
"En el campo surrealista es la única instalación esculto-arquitectónica que realmente integra en sí misma muchas de las fantasías y sueños del campo surrealista histórico", dice.
La investigadora trabaja a partir de los escritos de James, olvidados dentro de maletas en una bodega de la selva con la idea de "desvelar el pensamiento" que produjo Las Pozas, cuya construcción demoró 36 años.
En la única novela del inglés, El jardinero que ve a Dios, hay una premonición de Xilitla donde aflora su relación con el pensamiento de Dalí, en el que se formó.
"(Las Pozas) no es una obra espontánea sino una realización de esa concepción de la paranoia crítica surrealista", apunta.
Acabada la Segunda Guerra Mundial, James busca un último reducto, alejado de una sociedad decadente, donde recomenzar. Recién desembarcado de Europa, llega con Gastélum a Xilitla en 1947.
"Edward James no es un caballero colonial, aunque lo encarna como un Robinson Crusoe", escribe Herner. Plutarco se resiste a ejercer de Viernes, acota Herner.
Al principio, en Las Pozas sólo eran dos cabañas a las que se fueron agregando terrazas con muros de contención; Plutarco quería una red de senderos para recorrer con su Jeep, pero James lo convencía de poner escalones para cerrar el paso al vehículo.
Le tomó casi seis años a Edward convencer a Plutarco de que viviera en Xilitla para realizar su fantasía compartida; en 1952, Gastélum se establece en el pequeño pueblo y cuatro años después se casa con Marina Llamazares, hija de un comerciante español. James apadrina la boda y paga el banquete.
Marina se convierte en cómplice, sobre todo cuando en 1977 le entra una fiebre constructiva, al percatarse de que están logrando algo único en la historia del arte.
"Ella nunca se interpone en la relación entre ellos, si me preguntas por qué, no lo puedo contestar".
Con los años, se establece entre Edward y Plutarco una relación de dependencia económica; y luego, sobreviene la tragedia, a Gastélum lo ataca el mal de Parkinson, que lo devasta. James busca en vano una cura en Europa.
Marina muere en 1983 y James, un año después; Plutarco le sobrevive seis años.
James siempre creyó que su gran obra en Xilitla terminaría como una ruina devorada por la selva, y por fin, se apreciaría su legado como escritor.
Herner se propuso cumplir esa fantasía al recuperar Las Pozas desde la perspectiva de la escritura y la fotografía, y "dejar que James y Plutarco platiquen su historia".
En 1945, el visitante inglés Edward James entró a la oficina de Telégrafos de México en Cuernavaca donde trabajaba Plutarco Gastélum, un orgulloso norteño, guapo, alto y de cuerpo atlético, que aprovechaba las entregas como entrenamiento para su incipiente carrera como boxeador.
James se enamora perdidamente de aquel joven, hijo de una familia de rancheros de Álamo, dotado de una gran sensibilidad, que se convierte en su guía por México, acompañante en sus viajes por Europa y Estados Unidos, y, más tarde, en su socio en Xilitla.
A lado de Edward, Plutarco se encuentra con un mundo glamoroso que incluye desde la nobleza hasta la vanguardia artística del siglo 20.
James se codea tanto con Salvador Dalí, Federico García Lorca y René Magritte como con las celebridades de Hollywood y México.
Dalí llega a tenerle tal simpatía al joven mexicano que ofrece tomarlo como discípulo y que viva en su estudio en España, le cuenta James a Leonora Carrington, su gran amiga en México, a través de una carta fechada en 1947: "Plutarco ya dibuja notablemente bien".
"Si bien Edward James amaba a Plutarco, él amaba el mundo de James", acota Irene Herner.
La historiadora del arte recupera esa historia de amor jamás contada en el libro Edward James y Plutarco Gastélum en Xilitla. El regreso de Robinson que hoy será presentado en el Centro Nacional de las Artes a las 19:00 horas.
Plutarco se presenta como el amante esquivo, desdeñoso, y la perspectiva de asumir un "maridaje" con otro hombre le parece "un infierno".
En el archivo de West Dean, sede de la Fundación Edward James en Inglaterra, hay cartas de Gastélum, quien firma como "Palú", donde asoman los sentimientos ambivalentes hacia el inglés.
"Hasta luego, adiosito, con permiso y saludos a su amigo el director de la revista... Love", escribe Plutarco.
Su intimidad permanece como un misterio pero lo relevante, ataja Herner, es que con su amor lograron construir una obra de arte maravillosa, única en el mundo.
"En el campo surrealista es la única instalación esculto-arquitectónica que realmente integra en sí misma muchas de las fantasías y sueños del campo surrealista histórico", dice.
La investigadora trabaja a partir de los escritos de James, olvidados dentro de maletas en una bodega de la selva con la idea de "desvelar el pensamiento" que produjo Las Pozas, cuya construcción demoró 36 años.
En la única novela del inglés, El jardinero que ve a Dios, hay una premonición de Xilitla donde aflora su relación con el pensamiento de Dalí, en el que se formó.
"(Las Pozas) no es una obra espontánea sino una realización de esa concepción de la paranoia crítica surrealista", apunta.
Acabada la Segunda Guerra Mundial, James busca un último reducto, alejado de una sociedad decadente, donde recomenzar. Recién desembarcado de Europa, llega con Gastélum a Xilitla en 1947.
"Edward James no es un caballero colonial, aunque lo encarna como un Robinson Crusoe", escribe Herner. Plutarco se resiste a ejercer de Viernes, acota Herner.
Al principio, en Las Pozas sólo eran dos cabañas a las que se fueron agregando terrazas con muros de contención; Plutarco quería una red de senderos para recorrer con su Jeep, pero James lo convencía de poner escalones para cerrar el paso al vehículo.
Le tomó casi seis años a Edward convencer a Plutarco de que viviera en Xilitla para realizar su fantasía compartida; en 1952, Gastélum se establece en el pequeño pueblo y cuatro años después se casa con Marina Llamazares, hija de un comerciante español. James apadrina la boda y paga el banquete.
Marina se convierte en cómplice, sobre todo cuando en 1977 le entra una fiebre constructiva, al percatarse de que están logrando algo único en la historia del arte.
"Ella nunca se interpone en la relación entre ellos, si me preguntas por qué, no lo puedo contestar".
Con los años, se establece entre Edward y Plutarco una relación de dependencia económica; y luego, sobreviene la tragedia, a Gastélum lo ataca el mal de Parkinson, que lo devasta. James busca en vano una cura en Europa.
Marina muere en 1983 y James, un año después; Plutarco le sobrevive seis años.
James siempre creyó que su gran obra en Xilitla terminaría como una ruina devorada por la selva, y por fin, se apreciaría su legado como escritor.
Herner se propuso cumplir esa fantasía al recuperar Las Pozas desde la perspectiva de la escritura y la fotografía, y "dejar que James y Plutarco platiquen su historia".
Sin más comentarios……………..
1 comentario:
Esta señora Hernes trata de lucrar, despertando el Morbo para que le compren su libro. Deberia respetar las Memorias de James,Plutarco y Marina, aunque a "ellos" ya no los puede enlodar, mas a los hijos de Plutarco sí. A la edad que tiene(porque ya no se coce ni en el tercer hervor)deberia dedicarse a estar bien con Dios y sus semejantes, porque cualquier rato cuelga los tenis
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